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Jesús García

MEMORIAS DE UNA NINFÓMANA

Chivateadas por: Jesús García



Hace tres meses llegó a mis manos o mejor dicho aparecieron en mi casa estas memorias. La autora y protagonista apareció en mi vida por causalidad y así mismo desapareció, por ahora, de mi vida.

Fue durante la madrugada de un lunes que ella se fue. Al despertar vi que sus maletas y su ropa no estaban. Solo dejó en la mesilla un extraño cuaderno. En la portada tiene escrito su nombre: Magdala Ribo… me abstengo de continuar con su apellido por la historia de los derechos de autor. En el lado derecho superior tiene escrita la fecha de su nacimiento y, lo más extraño, la fecha de su defunción. Lo curioso es que la fecha que escribió como la de su defunción fue la de ese día, 06-06-06, el día que desapareció.

Lógicamente, abrí el cuaderno con intriga y con miedo, con temor a leer cosas que me cambiaran la idea que tenia de Magdala. Eso sería lo peor. Me jodería saber que era una perra mala que engañó a muchos tíos. Me venían historias a la mente que me atormentaban. Según repasaba las últimas hojas, antes de comenzar a leerlo, temía que al final estuviera escrito algo como “JODETE CABRON DE MIERDA. TENGO EL SIDA”.

Recuerdo historias que me contaban, o las leí en alguna revista, de tipos que al despertar, como yo, leyeron en el espejo del baño “tengo sida”. ¡Coño! Todo podía ser… me podía haber tocado una tía así, que por odio a los hombres se estaba jodiendo a toda polla viviente.

Fueron tres meses que tenía viviendo conmigo, no son años como para conocer a alguien. Son momentos extraños en que una tía, de repente, desaparezca de tu vida. Es raro. No es muy normal. Encima yo, con lo paranoico que me pongo…

Después de llegar a las últimas páginas, por si había escrito algo raro sobre mí, comencé a leer. Con la primera página pronostiqué que iba a ser una lectura alucinante y no me equivoqué. Era tan flipante lo que estaba leyendo que sentía la imperiosa necesidad de contárselo a mi colega Javier. Cuando le estaba leyendo por teléfono las primeras páginas, mi colega no pudo más y me dijo que esperara, que dejara de leer hasta que él llegara, que iba para mi apartamento.

A los cuarenta y cinco minutos, más o menos, mi colega se presentó en mi apartamento y nos pusimos a leer estas maravillosas y extrañas historias que en algunos casos eran historias de pornografía dura y pura.

Antes de terminar de leer las memorias, mi colega de repente se sobresalto diciendo que teníamos que buscarla. Una mujer con estas historias, si son reales, vivió una autentica película donde Emmanuel se quedaba como niña de teta comparada con ella. Si, por el contrario, son inventadas, esta mujer tiene serios problemas de personalidad y bien pudiera estar en estos momentos suicidándose o muerta.

Que se vaya de un lugar por la madrugada y que deje lo que ella mas quería, su cuaderno, es raro y sobre todo, lo mas extraño es que escribiera la fecha de ese día, 06-06-06, el día en que se fue como la fecha de su supuesta muerte.

Yo me asusté y comenzó mi paranoia, ¡¡ claro !!, ¡¡¡Imagínate!!!, muerta en un anden del metro o tirada en uno de esos hoyos asesinos de Madrid y la policía buscándome por sospechoso.

¡¡Imagínate!! Que ella, por lo que sea, se volvió loca y dejó un mensaje escrito donde diga que yo, Jesús García, que vive en tal calle, la obligué a suicidarse… ¡de repente!
 
Me vino un frío por todo el cuerpo.  Como decía mi abuela cuando todos en una habitación se quedaban mudos, en silencio, “paso un muerto”. Años mas tarde lo llegué a oír a otras personas, pero decían “paso un  Ángel”. Mi abuela era más terrorífica “pasó un muerto”.

Volvieron aparecer en mi mente paranoica imágenes de Magdala, de su cuerpo, de la sonrisa de golfa que ponía cuando quería follar. Ella no era tan canalla como yo. ¡Qué coño suicidarse..! Sinceramente, fui un mierda al pensar que ella era la peor mujer del mundo, que me quería joder, ¡coño! cuando me demostró todo lo contrario, fue la mejor mujer de mi vida.

Las miserias del hombre están en nosotros mismos. Cuando todo esta bien parece que lo tenemos controlado, somos ángeles buenos, pero cuando aparece el miedo de perder lo que creíamos tener controlado, mostramos nuestras miserias. Ahí es dónde se presenta el Ser inferior que tenemos cada quien.

Desde aquí quiero pedirle perdón. Magdala en ningún momento me demostró odio ni mala leche, todo lo contrario, los treinta y tres días que estuvo conmigo, me ayudó a ser mejor persona. A quitarme parte de mis miedos, a vivir sin temor. Ojala no se hubiera marchado ¡Coño!. Pero así fue como tenía que ser.

Mientras tanto, ahí estaba mi colega, yo, con todos estos flashes y voces que repudiaban mis pensamientos y mi actitud cobarde. Mi colega a la vez me estaba jodiendo diciéndome:

-“Tío, estás jodido. Como te haya querido joder esa tía… y encima (seguía hablando con la boca tan seca que los labios se le quedaban pegados en las encías) tu tienes su diario o sus memorias como quieras llamarla. Primera pregunta de la policía: ¿Qué haces con sus memorias o con el diario de esta mujer? Una persona puede perder cualquier otra cosa, pero olvidarse de su diario, es difícil.”
 
Me mosqueé con mi colega. Cerré el cuaderno. En vez de tranquilizarme me estaba creando una paranoia de cojones. Con unos petas que nos habíamos fumado más unas copas de ron haitiano que Magdala me regaló, estaba con un mal rollo que le mandé a la mierda. Le dije que el también era cómplice. Si yo estaba jodido me lo llevaba por delante a él también, por capullo.  

Silencio. Pasó otro muerto. Nos miramos y nos dimos cuenta de que estábamos flipando en colores. Miré el reloj y eran las 3:45 de la madrugada. Con los ojos explotados nos quedamos callados. Cada uno teníamos en nuestras cabezas varias historias juntas. La mente estaba acelerada. Cerré los ojos. Respiré profundamente como me enseñó Magdala y no sé si estuve dormido o en estado de meditación como ella me ponía en ocasiones.

Al otro lado mi colega, antes de que su cerebro dejara de pensar y se quedara dormido baboseando mis cojines dijo- no tenemos nada claro tío.

Me pareció que habían pasado unos minutos cuando las golondrinas comenzaron a piar por encima de nuestros cuerpos tumbados sobre los cojines en el suelo de la terraza.  Levanté la cabeza y fue maravilloso ver el amanecer de Madrid. Los rayos naranja iban desarropando los tejados de mi barrio. Chamberí.

Volví la mirada hacia donde estaba mi colega. ¡Qué coño! ¡¡Este tío!! Me ha dejado marcas de sus babas venenosas en mis cojines. Le fui quitando los cojines hasta dejarlo solo en el suelo. Él me respondió con un balbuceo onomatopéyico. De pronto abrió los ojos y se levanto rápido, como si llegara tarde al trabajo. Pero, ¿a cual trabajo? Si no curra, el cabrón. Si vive de la pensión de sus viejos y en verano trabaja tres meses como cartero. Se estira y me dice:

-“¿Esperamos a los periódicos?  Es más tío, vamos a comprarlos. Ya están en el quiosco.

Le contesto: -“¿para qué los periódicos?” y me dice todo convencido:

-“Tío, por si en alguno ponen la noticia de haber encontrado a una mujer muerta en algún lugar de Madrid”.

A las 6:30 de la mañana bajamos al quiosco de Tino. Al verme, éste se extrañó que estuviéramos a esas horas esperando la prensa. Compramos los periódicos. Mi colega, dando el cante, se puso ahí mismo a buscar en las páginas de sucesos la noticia. Tino, el quiosquero, le miraba y me miraba a mí también mientras colocaba las revistas.

-“Nada… ninguna información en éste. Voy a ver en este otro, tío.” Me dice mi colega.

Mientras él estaba dando la nota me giré despacito, a cámara lenta, hacia donde estaban mojando la calle los tipos del ayuntamiento. Como si estuviera haciendo “Tai-Chi”, me estiré con los brazos queriendo atrapar una golondrina y le dije a mi colega:

-“Anda colega, deja de flipar y vamos al retiro a desayunar.”

A las dos horas y media regresé a mi apartamento. Había dejado a mi colega en el retiro. Estaba hasta los cojones de él. Abrí nuevamente el cuaderno y me puse a releer las memorias de esta magnifica mujer.

Las he releído como nueve veces y he decidido poner un titulo a sus memorias. Como ella las denominaba en una de sus páginas.

Magdala:
“ …quiero dejar bien claro que son recuerdos de historias que me llevaron hasta lo que soy hoy mismo. A veces pienso que muchas fueron tan surrealistas que siento que no existieron, por lo menos físicamente.”

Pero, antes de continuar con sus memorias, es mejor que conozcas como apareció en mi viva. Es interesante para que puedas comprender mejor esta maravillosa historia que te dejará flipado y donde podrás conocer técnicas de Amar, como las llamaba ella.

EL ENCUENTRO:

Ese día tan extraño y mágico estaba dejando en el aeropuerto a mi colega Valentín, que trabaja como azafato. Yo suelo ser quien le lleva en su coche al aeropuerto. Mi colega Valentín suele hacerme favores  vendiéndome boletos de avión que la compañía da a los empleados como cuota anual. El viaje a Marruecos que nos hicimos Magdala y yo, nos salio por 100 euros los dos. ¡Imagínate! Un chollo.

Esa mañana le dejé más temprano que otras veces. Yo estaba algo mosqueado porque me levante a las 5 de la mañana. ¡Coño! ¡Qué maldita gracia! ¡Con lo que me gusta dormir! Eran como las 7:30 de la mañana cuando le dejé.

Para que se me fuera el mal rollo y comenzar bien el día, me fumé un canutito y me dio el punto de andar de una punta a la otra punta del aeropuerto de Barajas. Tenía tiempo. Yo curro por periodos. Soy productor/ realizador de cine y video. Gracias a mi curro voy suave por la vida, sobretodo cuando lo comparo con los otros curros de mis colegas: horario, jefes, las mismas caras todos los días. Hay días que me digo: “¡Tío! ¡Tienes suerte¡” Soy dichoso.

Llevaba como 45 minutos andando y disfrutando de los “perfúmenes” de las azafatas cuando pasaban cerca de mí. Me estaba montando una historia de “EL perfume”. Veía un grupito y me iba directo a ellas para rozarlas y olerlas. Había algunas tan buenas que me parecía que olía su coño.

En uno de estos alucines, de repente,  me encontré con una mujer que iba con el carro de las maletas directo a mis huevos. Para no ser atropellado, realicé un pase de pecho espectacular, de lo más artístico. Mirando al tendido. Arte y figura. Pero, como el que no quiere la cosa, el cordón de mi chupa de cuero se quedo enganchado entre las rejas de su carro. ¡¡¡Flash!!!! Ya te puedes imaginar el corte que pase. Como estaba de vacile, andando a mi rollo y oliendo, quise hacerme el chulito. Puse cara y cuerpo de torero y ¡qué va!… Un fiasco… Me quede sin terminar la faena y fui corneado por el cuerno de la izquierda. Imagínate que, además, el suelo estaba súper limpio y resbaladizo. Resultado: me fui de patas. No llegué a caerme del todo, pude colocar la mano en el suelo. Por cierto, me jodí la muñeca, me la abrí. Ella se asustó y enseguida me ayudó.

-“¡Claro! ¡Qué cojones! Vas con el carro de las pelotas mirando el paisaje. No tía. No puedes ir así por aquí.” Fue lo primero que le dije.

Su mirada fue como si le hubiera dado una hostia. Yo me quede callado y le pedí disculpas inmediatamente.

Pensé: -“Como se me ponga a llorar, van a pensar que la golpeé y hasta que se aclare que fue ella sola, impulsivamente, que se puso a llorar… es un lío… Con esa carita de monja misionera.”

Pasaron unos segundos hasta darme cuenta de que no era una misionera. Todos los bultos que tenía al más puro estilo indígena, daba misionera por todos los lados.

Sin decir nada, ella saco el cordón de los hierros y me lo entrego queriendo ayudarme con la chupa.

Al acercarse a mi cuerpo me llego un perfume totalmente diferente al de las azafatas. Fue increíble. El perfume me recordaba al que tenia mi profesora de primero de básica.

¡Increíble!

Por décimas de segundo mis sentidos me llevaron hasta la mesa de mi profesora… Cuando corregía mi cuaderno con su lápiz triangular de madera de dos colores… Rojo y azul… Y ese perfume como a pimienta verde…

Alucinado se me ocurrió la feliz idea de preguntarle si esta buscando el mostrador de alguna aerolínea. Ella respondió que no. –“Llegué hace 7 horas a Madrid y estoy dando vueltas por el aeropuerto.” Me digo.

Volví a preguntar si estaba esperando a que la vinieran a buscar.
Me respondió que no.

Sin pensármelo por un segundo, algo raro en mí, me ofrecí para llevarla a donde quisiera dentro de la ciudad de Madrid. Imagina que dijera que para Ávila o Toledo. Tenia que dejarlo claro. Estaba con el coche de mi colega.

Ella antes de que terminara me contestó que SI. Su rostro cambió. Su mirada me dejó en silencio, sin saber que decir.

Mientras andábamos hacia el parking me aparecían imágenes y mi mente me hablaba rápido. Me estaba jodiendo. Diciéndome:

-“Uhmmm, respondió muy pronto… ¿Será una tipa que tiene coca en el estómago? ¡¡Coño!! Menudo lío en el que me estoy metiendo… Porque eso ocurre…” Me decía a mi mismo. “Hay cientos de personas que cada día intentan pasar coca en sus estómagos… ¡Coño! ¿Y si se le explota una bolsita…? ¡Coño!”

En ese momento, ella se me presento mientras empujaba el carrito. Me dio la mano diciendo su nombre: Magdala.

-“Yo Jesús.” Dude en darle mi nombre verdadero. ¿No sé por qué? Me paso por la mente darle otro nombre. Me asusto cuando me preguntan mi nombre. Es un trauma de pequeño. Cuando me nombraban en el colegio siempre era para un castigo, nunca para darme un premio. Pero le di mi verdadero nombre.

Cuando estábamos colocando las maletas en el coche, recuerdo que me dijo: –“Jesús. No es necesario que me lleves, si verdaderamente no estás a gusto con mi presencia.”

Yo aluciné. Me pillo. ¡Coño!

Me puse colorado. Quedé muy mal… ¡Coño! Vaya mierda. Por el puto miedo nos volvemos a veces mezquinos e hipócritas.

Le contesté que no, que de verdad la podía llevar donde ella me dijera. No le remarqué esta vez que dentro de Madrid.

-“Ok.” Contestó Magdala.

Dentro del coche y con el motor encendido la miré y le pregunté dónde quería que la llevara. Ella tranquilamente me respondió:

-Por ejemplo… a tu casa.

¡¡¡Flipé!!! ¡¡¡Alucine!!! Y me acojoné

“¡¡¿Mi casa?!!” Pregunté como idiota.

-“Si. Me gustaría ir a tu casa. Tú me dijiste que me llevarías a donde quisiera. He pensado que bien pudiera ser tu casa.”

-“Un momento.” Dije con los ojos muy abiertos y sintiendo que me estaba vacilando. “No sé… pero… entenderás que… no nos conocemos como para que decidas venir a mi casa. ¿Me estas vacilando…? ¿Dime?”

-“Ok… Disculpa.”

Nuevamente sus ojos y su mirada cambiaron.

-“Magdala. Entiéndelo… no sé quién eres. ¿Cómo estás en Madrid sin saber adónde vas a ir?”

-“Si sé adonde quiero ir. A tu casa.” Me lo decía tan natural que alucinaba con ella.

-“Bueno. Vamos a ser sinceros. ¡¿De acuerdo¡?
¿De dónde vienes y que haces aquí?”

Entonces Magdala me explicó que había llegado vía Caracas, pero había salido desde Santo Domingo, donde vivió durante unos meses. Su familia era de Barcelona y en Madrid tenía amigos, pero hacía mucho tiempo que no sabía de ellos y que sentía que mi casa era el lugar donde ella quería estar.
Yo, claro, flipé en colores cuando me dijo que así lo sentía. Y me pregunté:

-“Jesús ¿Nunca has tenido una sensación fuerte. La intuición de que la decisión que estás tomando es la correcta?”

¡Imagínate! No supe qué decir. Cuándo me quise dar cuenta estábamos en dirección de mi casa. No me preguntes qué fue, pero me convenció o me hipnotizó.

Los pensamientos que venían a joder mi mente eran atroces. La idea de que me echara unos polvos, que se usan mucho por Colombia y Venezuela. Soplan al lado tuyo estos polvos y, en cuestión de segundos, pierdes la voluntad totalmente dejándote hacer lo el otro quiera. Les entregas el dinero, todo, y pierdes la voluntad. Eso se lo he oído a colegas que se fueron a Colombia a follar y les follaron a ellos unos negrotes de cojones.

A medida que pasaban los minutos me fui tranquilizando, hasta llegar a mi casa. Ya en mi apartamento, Magdala echó un vistazo por toda la casa. Salió a la terraza y, como si ya hubiera estado allí antes y estuviera regresando de un viaje, respiró profundamente y dejó escapar el aire haciendo un sonido como de OM.

La verdad es que, mientras la miraba de espaldas, se me hacia familiar su cuerpo. No puedo explicar bien lo que sentía. No encuentro las palabras exactas para describir esa sensación de que llegó por fin. Recuerdo ahora algo que me impresionó y me dejó marcado durante unas horas. Se dio la vuelta y vino hacia mí despacito. En su cara se reflejaba una luz… Era como si tuviera un filtro difusor, su sonrisa, su ojos brillosos y sus voluptuosas tetas. No sé porque pero mi mirada se dirigía hacia sus tetas. No podía hacer nada era como un imán. Se puso frente a mí. Sentía sus pezones rozando los míos y me dijo al oído:

-“Mi Amor… Me gustaría hacer el Amor contigo ahora. Te deseo. Estoy mojada, siéntelo tu mismo.”

Me agarro una mano y se la llevo a su coño. Fue increíble. Tenía las bragas súper mojadas. Por los muslos le chorreaba un líquido. Por unos segundos pensé que se estaba orinando (me recordó a las abuelas en los pueblos que mean o meaban de pie) cuando toqué ese maravilloso coño. Mi polla ya estaba con ataques de asma. Resoplaba como un miura… Estaba súper bruto como el cuello de un cantaor. Nunca una mujer me había dicho todas estas cosas en un momento. Me sentía el ego súper bien.

Me dejo con la mano puesta en su coño durante un tiempo, no recuerdo cuanto. Me dio igual el tiempo. Ella mantenía los ojos cerrados y yo con cara de gilipollas, como a cualquiera se le hubiera puesto. No movía un dedo, por si acaso. Deje mi mano junto con la de ella. Sentí en uno de mis dedos como su coñito estaba vivo. ¡Si! vivo. Sentía una energía caliente y  palpitaciones. En cada palpitación se escapaba un quejido de sus labios. Yo estaba a mil. Al rato tenia su cara en mi cuello y su otra mano en mi polla con los huevos bien agarrados como queriéndolos juntar. Polla y huevos.

Ese fue el comienzo de treinta y tres días paradisíacos.

Magdala. Nació en Barcelona a mediados de los 60’s. Con cuerpo de Lolita pero con 33 años, delgada y frágil. Magdala manifestó durante los treinta y tres días una energía fuerte, puro escorpión. Pasó de misionera a puta en cuanto salio de la ducha la primera vez. Follábamos cada día dos veces. Un polvo mañanero de los muditos y por la tarde, cuando nos encontrábamos, me miraba con ojos brillosos de golfa y, mordisqueando con suavidad sus labios, se iba acercando a mi cuerpo. Me agarraba la polla junto con los huevos y me mordía la barbilla. Me encantaba aunque sintiera dolor. Ella decía que el dolor es parte de la vida y del sexo también. Si no hay dolor ¿Cómo puedes sentir placer? Todo placer, me decía al oído, esconde dolor.

En algunas ocasiones, sobre todo en las cenas, ella se sentaba en la mesa desnuda. He llegado a ver la silla mojada de sus corridas. Se corría saboreando la comida y por supuesto yo también. Los primeros días no terminaba mi plato, el deseo era más fuerte. Nos masturbábamos. Cogía el tomate, lo abría se lo ponía en sus pezones y se los chupaba. Nunca, ninguna mujer que he tenido, disfrutaba tanto de su cuerpo y del sexo.

En esas treinta y tres noches que durmió conmigo y las sesenta y seis veces que follamos, me iba explicando, mientras practicábamos posturas y digitopuntura para amantes.

Magdala me enseño trucos fantásticos. Cuando los utilizo quedo como Dios. Se vuelven loquitas. Cuando una tía ha estado conmigo me busca y se engancha a mí de una forma obsesiva. Es que hay tantos hombres que follan tan mal y mujeres que no han tenido una experiencia tan gratificante como una corrida.

Muchas mujeres no saben que ellas también, al igual que el hombre, cuando se corren expulsan un líquido como el nuestro, blanquecino. Yo tampoco lo sabía, nunca llegue a sacárselo a ninguna mujer. Hasta que Magdala me hizo beber su leche.

Una de las cosas que me enseñó fue que lo primero que un hombre tiene que aprender a ejercitar son sus orejas. Lo que más le gusta y prepara a una mujer es que la oigas y que tu mirada demuestre interés por su historia. La verdad es que los hombres somos unos ignorantes.

Una de las enseñazas de Magdala que más éxito ha tenido entre mis chicas es la de aguantar horas y tenerla dura durante esas horas. Ahora (sin vacile) me puedo tirar metiendo y disfrutando por lo menos una hora. Si pillo cacho con una muñequita de esas que van enseñando su ombligo rico y una barriguita rosadita y durita. Me encanta a las que se les ven los granitos de la piel cuando se rasuran el pubis. ¡Bueno con lo que mas flipan las mujeres es cuando les haces el Morse! Me enseñó hacer el Morse con la polla y es la ¡hostia! Es algo complejo para explicarlo ahora. En sus memorias ella lo explica muy bien, ya las leerás.

Lo más importante en la guerra que trascurre en el acto sexual (según me contaba ella), es que nadie en la pareja pierda energías y se debilite después de haber hecho el Amor.

En cada relación que tuvimos, en cada follada, sentía que me cargaba de una energía alegre y ligera. Estaba como en éxtasis de los de antes, de los de hace 15 años. La parte creativa se me despertaba. Brotaban miles de ideas, que tenía que escribir durante horas después de follar.

De hecho, yo padezco de colesterol alto. Toda mi familia lo sufre, es algo genético. Mientras estuve con Magdala las pruebas me dieron negativas. Nunca lo tuve tan bajito como cuando estaba con ella, nunca. De la misma forma, era estreñido y ella me enseño que postura y como hacer el Amor para que se me quitara el estreñimiento.

Según ella, el sexo puede ayudar a curar y prevenir enfermedades. Suena como una locura, pero yo en treinta y tres días me sentí mucho mejor de lo que me siento ahora.

Algo que recuerdo es que nunca hicimos una historia de la que me hablaba, “Sexo mágico” lo llamaba . Me contó que una vez conoció en Brasil a unas personas que pertenecían a un grupo espiritista y sus integrantes utilizaban el sexo en sus ceremonias. No eran satánicos ni nada parecido. Usaban la energía más potente que el Ser humano tiene: La Energía Sexual.

Es cierto, que en algunas ocasiones, cuando se estaba corriendo cantaba mantras. Según ella me explicó, lo hacía para  volar por el universo. Ella visualizaba cuando se corría que su cuerpo era un río de aguas cristalinas de color Rosa. Cuando el orgasmo estaba en lo más alto, ella se veía lanzándose a las aguas de color Rosa del río del Amor. Las aguas la llevaban por todo el universo hasta llegar a una gran cascada, una caída de agua de la que no se veía el final. De sus profundidades emanaban vapores de color Dorado. Imponente, nunca visto por ojos humanos. Su cuerpo en vez de caer junto con las aguas, flotaba inerte atravesando y cubriéndose de las nubes de vapor Doradas que se elevaban.

Magdala, repito, tenia una personalidad que atrapaba, no sólo a los hombres, sino a mi amigas también. Ya contaré una de las últimas orgías. Flipé en High Definition.

Magdala, según escribió se casó muy joven a los 19. Nunca, aparentemente, tuvo lo que se puede decir un hogar clásico. Con su padre no se llevaba muy bien, había algo en su padre que la hacia odiarlo con solo oír su voz. Por el lado de su madre, mantenía una relación Amor/Odio. En algunas ocasiones tenían enfrentamientos duros y no solo verbales, también llegó (según ella narra) en una ocasión a enzarzarse a golpes.

Vivió muchos años con Odio. Como describí en las anteriores líneas, Magdala no sabía porqué odiaba estar junto con sus padres.

Nunca le faltó de nada. Colegio, buenas ropas, vacaciones por Europa. Ella trabajaba para escapar de la realidad de su casa.

Hasta donde tenía memoria, reconocía que sus padres la cuidaron. Pero ella escribió que sólo tenía memoria histórica desde los 7 años. Más atrás de los seis años no tenía recuerdos. Lo descubrió cuando se vio en una fotografía de comunión de un primo. Cuando se observó, una de las puertas de la Mente se abrió mostrando parte de su niñez olvidada.

Pero se preguntaba: ¿Dónde están mis recuerdos? En sus memorias nombra a un tipo que la marcó y fue quién respondió y mostró dentro de su cabeza sus recuerdos de niña. Magdala descubre a este tipo en Santo Domingo, en la República Dominicana. Pero ya lo leerás en las siguientes partes de estas memorias.

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